17 de diciembre de 2011

Hermosa Mujer

Hay cartas que no deberían ser escritas, así cómo hay amores que no deberían expresarse. El escritor no puede evitar escribir cuando la musa inalcanzable aparece frente a sus ojos con tanta intensidad que el corazón se acelera y la boca se seca con la esperanza de que esos labios llenen la sed que sienten de ti.

 La fina y delicada silueta que proyectas hace que las letras fluyan en todo su esplendor, gozando de la diversión que proporciona el espectacular oficio del amor. No pretendo hacer de esta carta una desesperada invitación a observar la desesperación que cierne dentro de mi cada que tu mirada perdida se encuentra fugazmente con mis ojos enamorados. Esa sonrisa que vive dentro de ti y que anuncia que no soy digno de poseerla, atormenta mis puños y alimenta mi satisfacción de escribirte esto que quizá nunca leerás. 

El dulce andar de tus pasos que deambulan por los inestables caminos de mis pensamientos organizan mis sentimientos de tal manera que no encuentro el adecuado para referirme hacia ti, hermosa mujer que con sólo pasar frente a mis pensamientos ocasionas la perdida de mis nervios y aumentas mi deseo de acompañarte el resto de la eternidad en este iracundo viaje que hemos de llamar vida. 

El escritor que no escribe no puede llamarse así mismo un artesano de las letras. Afortunadamente te tengo a ti, hermosa mujer, para que en esos momentos de depresión y ansiedad, llegues hacia mí y con el simple recuerdo de tu voz provoques esa explosión que deriva en estas cartas de amor que no han de ser leídas. 

Hermosa mujer de mis pensamientos, que nunca serás mía, gracias por estar ahí y hacerme vivir está alegría de ser el artesano de letras para tus dulces compañías. 

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